sábado, 26 de abril de 2014

Aquí llega Eurovisión, edición especial. Ochenterismos.

Como sé que dedicar un sólo post a una década entera es una pena, voy a hacer un pequeño refrito con mis actuaciones favoritas del festival de Eurovisión de los años ochenta. Dejo a un lado cosas de España, porque de eso vamos a hablar más adelante. Y por favoritas me refiero a sonrojantes, en la mayor parte de los casos.

Como ya dije en el post anterior, 1981 tiene cositas de lo más laemtable, aunque no daban para un único post. Yo voy a destacar un par de cosas.

Imaginad que lo primero que os encontráis nada más empezar el festival es una balada coñazo de un austriaco que se cree guapo. Hasta aquí, todo sería normal. Ahora imaginad que el individuo sale con cuatro señoritas detrás, vestidas de cosas raras, y que una de ellas va con un bañador, calentadores de rayas y un casco de rugby. Todas caminan y bailan con dos ritmos únicos, hiper lento y espídico, y la del casco de vez en cuando coge un micrófono y hace "Uhhhhh". Ahora pensad que no tenéis que imaginarlo. Fue real.


En segundo lugar, recuerdo con especial cariño la canción de Finlandia, que después del batacazo del gigante flautista decidió que lo de llevar copias de cantantes era muy molón. Este año se llevaron a un cylon de Rod Stewart que cantaba reagge con un traje digno del Joker puesto hasta las cejas de psicotrópicos. Para soñarlo.


Sólo tres más. Portugal seguía queriendo ser moderna y actual, y se llevó a un pobre señor con pinta regulera, que recuerda vagamente al amado cantante de TELEX. Su voz que no dice nada, sus pintas de colores y sus zapatillas. Los del coro con monos extraños que no se merecen ni Parchís, y una desquiciante canción sobre el playback (WTF?????), unida a una coreografía que da dolor de cabeza y, sobretodo, de cuello, nos hacen pensar que Portugal estaba creando un monstruo sin saberlo.


Irlanda ese año se debió sentir inspirada por las revistas de José Luis Moreno, y llevó al grupo Sheeba, que cantaba una canción sobre el horóscopo (De nuevo, WTF?????). Con trajes dignos de la mejor época de Norma Duval, y una canción a la que le falta sacar de fondo a Quique Camoiras, las pobres se lucieron, aunque para muy mal. Ahí quedó la estela del perfecto Johnny Logan.


Y por último, la joya de la corona de 1981, Emily Starr, de nuevo, cómo no, BELGA. Ese año tocaba que cantara en flamenco, y se lleva ni más ni menos que un tema sobre Sansón y Dalila (Tercera vez WTF??????). Unas bailarinas con abanicos de plumas, trompetas sonando a lo peplum cutre del estilo de Los últimos días de Pompeya, Emily cantando espatarrada perdida, la música disco de fondo, las mujeres del coro vestidas con túnicas, y los hombres... con unos vaqueros rojos y un jersey de rayas. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿No quedaba ya bastante mal cuando cumplías con la coherencia escenográfica? Da igual. Emily sigue cantando "Samson, I love you", y yo lloro de risa cada vez que la veo.


De aquí salto a 1984, año en que España llevó una de las canciones más potitas ever in the naight. Pero la elegancia y el saber estar de España no fueron suficientes en comparación con otra incomparable muestra de mariconismo ilustrado y bien entendido. Los Herreys y sus cadenitas de oro pegadas al cuello, sus politos de colores, sus pantalones blancos y sus botas doradas, eran de lo más cuqui del mundo mundial. la canción no podía ser más tonta, pero ganaron como espíritu de los ochenta gayfriendly, otra vez.


De este año también es el GENIAL Franco Battiato, con su canción I treni di Tozeur. Interpretada a dúo con Alice, destaca la combinación de la voz grave de ella y la aguda de él, el plano conceptual de Battiato por detrás de la morena, su vestido gabardina, y el coro de cantantes de ópera que interpreta en alemán. Franco, como siempre, todo un genio.


En 1985 hubo muy poco sitio para la cutrez y lo excesivo. Este año, junto con el 86, son los más aburridos sin disputa. Sin embargo, algo se puede sacar, como la impagable entrada de Dinamarca. Una mujer que canta con un niño de fondo y tres corifeos. De pronto, el niño encantador y pizpireto se cuela, llevando prendas de ropa robadas a los pobres del coro. Corre por ahí, hace el moñas, y a final sale otro señor, y la cantante, el niño de los huevos y el hombre forman una especie de familia feliz e idílica que sólo merece y quiere que les pequemos una hostieja. Precioso.


Cómo no, este año estuvieron también Al Bano y Romina, con un temita muy mono, llamado Magic, oh, magic. Destaco de nuevo el contraste de voces del año anterior, donde el único hombre se come a todas las voces con patatas, y por favor, la Barbie hada madrina del fondo, que es para comérsela, con purpurina y todo.


Del 86, destaco simplemente una actuación, la de Noruega, que cantaba un tema sobre un Romeo al que no le iban demasiado bien las cosas. El cantante era un feo carismático muy majete. Los bailarines, dos hombres vestidos a la dieciochesca con una coreografía que podía haber aportado más, aunque dudo que mejor. ¡Qué grandes, Dios mío!


El festival de 1987 se celebró en Bélgica, que para todos nosotros ya debería ser la cuna de la horterada en los ochenta. El escenario era una orgía de cuadros, pirámides, esferas y demás figuras geométricas, aunque no dio tanto de sí como cabría esperar, menos mal que estuvo allí Plastic Bertrand, de Luxemburgo, para animarnos un poco y no caer dormidos del todo. Anteriormente, Plastic Bertrand había sido punky, pero se acabó reciclando para Eurovisión. Hubo de cambiar de ropa varias veces en cada ensayo, porque nadie le enocntraba un estilo decente, básicamente por lo impostado de buscarle estética nueva a una persona en dos minutos. El tipo no para, sube, baja, da vueltas, mueve los ojos, el pelo, la tibia y el peroné. La canción tampoco es que valiera mucho. Un año prometedor que se fue al garete.


Para terminar esta travesía por el desierto de la diversión, los blues brothers de cuata regional de Israel, que cantaban una cosa infame llamada La canción de los vagos, más o menos. Ojo al baile, a la desidia que no es de los personajes, sino de la propia organización, la actuación y, en fin, todo. ¡Qué pena, madre mía!


1988 tiene algunas actuaciones decentes, aunque se va notando que nos acercamos peligrosamente a los años 90, una década sobria y llena de baladas preciosas; pero que no termina de ser tan divertida como los últimos años 70 y los primeros 80. Algunas de las canciones, sin ser especialmente infames, destacan más por la estética, que oscila aún entre el colorido y la alegría de los años 80 y la oscuridad de los 90. Primeramente, Islandia llevó una balada típica cantada por un elegante señor con fajín y pajarita rosa, que habla de múltiples influencias en su vida. El tema es realmente pretencioso, porque habla desde Sócrates hasta las más altas cotas de la música clásica. Estimable aunque no demasiado especial.


Turquía repitió grupo. Los MFÖ ya habían actuado en 1985, con un remita que nos recuerda a Café Quijano con aires arábigos. La canción de este año es bastante mejor. Los tres cantantes oscilan entre el noventerismo de andar por casa y el caféquijanismo grotesco. La canción es pegajosa hasta decir basta, y es de lo poco divertido de 1988.


Dinamarca también estaba repetida. ¿Recordáis a la happy family hostiable? Pues aquel año decidieron volver para intentar ganarse la leche que no se habían llevado en 1985. Este año, nos enteramos de que la parejita era en realidad un matrimonio, y de que la cantante principal estaba embarazada. La canción era alegre y pegadiza, acompañada de un cuerpo de baile de señoras con mallas amarillas, tutús y guitarras del mismo color. Una bailarina espídica hace tontadas por detrás, y la pobre cantante intenta bailar con un vestido azul verdoso que parece una tienda de campaña y unos pendientes que pesan casi más que su barriga de inminente parturienta. Ochenterismo que resistía, aunque parece desfasado comparado con lo demás.


Por último, 1988 nos trajo la experiencia del terror en el festival. Grecia llevaba una canción sobre un payaso, cantada por una mujer con vestido rosa y perfecta melena cardada. El primer problema es que llamarse Afrodita Frida es algo que, de entrada, ya da bastante cosa. Si además cada vez que te ríes pones  cara de Chuky y enseñas los dientes como si quisieras comerte el micrófono de rabia, consigues que Europa entera deje de dormir esa noche. Inquietante.


Saltando a 1989, llega el final de la década. Cada vez más, los tópicos de los años 80 se diluyen y los 90 entran con cada vez más fuerza. La diversión parece estar a punto de pasar por tiempos difíciles, aunque siempre nos quedará este ramillete de acusaciones lamentables:

El niño repelente israelí, con su voz de pito de niño de coro francés, que además baila en ortopédico con unos pantalones de corte indefinible es el primer candidato a la mina de pasatiempos del último año de la década. La cantante que sale con él y se parece un poco a Isabel Gemio tampoco ayuda mucho.


Turquía, de nuevo decidió dejarse de modernices y apostar por su folklore. Dos parejas, dos hombres y dos mujeres. Ellos sólo tienen una postura de baile, poniendo un brazo en jarras. Ellas, cantan "bada bada" como en una versión histérica de la música de Sor Citroën. Este es el espeluznante resultado:


Portugal entra en esta lista, más que nada por estética. La cantante principal es completamente noventera, aunque no hay que despreciar a las dos chicas de los coros de detrás, con trajes que mezclan la estética de un futuro posapocalíptico con los diseños del modisto de El gran juego de la oca. La canción es muy entretenida, eso sí.


De nuevo, Dinamarca estaba dispuesta a quitarle el puesto de la horterez de la segunda mitad de década a Bélgica, que fue la campeona de la primera. Este año volvemos a ver al marido de la pareja anterior, incombustible como Chichi Creus, que hace los coros a una señora mayor. Todos cantan un tema del tipo Noche de fiesta, y la señora es un trasunto de nuestra Conchita Velasco en horas bajas. Se supone que la melodía es alegre, sino fuera porque es digna de las excursiones más cutrongas del IMSERSO.


Austria e Islandia fueron los únicos países que aún eran capaces de defender el mariconismo bien entendido en 1989. El primero decidió enviar a un grupo formado por un heviorro con bigotazo, un tipo con coleta y sombrero vaquero y un moderno pasota, que simplemente tocan los organillos a la figura central, un auténtico príncipe de Beckelar perfectamente afeitado, vestido con un esmoquin violeta, monísimo, lleno de laca y de ilusión. Un auténtico contraste entre dos mundos.


Por su parte, Islandia lleva a una pareja. El cantante del piano es normal, anodino. Nada destacable. Pero el otro, ese joven efebo ataviado con un pantalón ancho y una camisa, su pelo cortito, su voz indefinible... y su mirada, que pasa de dulce a inquietante en cuestión de segundos. Es la mezcla perfecta entre chico Fellini y asesino en serie. Brutal.


Y como colofón, una nueva canción de señora mayor, en esta caso, finlandesa. La canción de Finlandia se llamaba Dolce Vita, y no pasaría nada más, si no fuera porque todo se acompaña de ritmos flamencos. Guitarreo bueno, palmas en su sitio, pero cero gracia a la hora de cantar. No nos engañemos, sin florituras y trajes de cosas, no da tanta risa. Así no se vale.



Y dentro de unas horas, un nuevo salto temporal hasta los primeros años dos mil. ¡Hasta pronto!

martes, 22 de abril de 2014

Aquí llega Eurovisión. Capítulo 2: 1980

Después de unos días en los que la palabra "vacaciones" podría traducirse como "momento en el que crees que tienes tiempo libre pero no paras ni tres minutos para estar un poco sola", puedo escribir esta segunda entrega de la serie eurovisiva.

En el capítulo anterior, habíamos glosado las glorias de ABBA en 1974, así como visto un precioso documental de Informe Semanal. Esta vez, saltamos una década más, y nos vamos corre que te corre a 1980.

Como ya dijimos, la estela de ABBA había dejado un importante poso dentro de la concepción de espectáculo que el festival podía ofrecer. Un nuevo concepto, según el cual podías presentar una puesta en escena original, con temas alejados de la canción ligera, y más cercanos al pop-rock, además de la revolucionaria idea de poder cantar en un idioma que no fuera el de tu país. Estas nuevas ideas se fueron implantando en muchas participaciones posteriores del festival, aunque muy poco a poco, más de lo que podemos pensar. A pesar de que en 1975 Noruega se alzara vencedora con un tema en inglés (Ding-A-Dong), interpretado por un grupo vestido con petos de colores y lentejuelas, o de la magistral y memorable actuación de D'Schingis Kanh en 1976, así como la cuqui Save your kisses for me de Reino Unido, ganadora de ese mismo año; lo cierto es que todas estas tendencias originales se fueron introduciendo a paso de tortuga y, salvo honrosas excepciones, la canción ligera y la balada seguían siendo las reinas del festival, a pesar de la victoria de Israel en 1978 con una canción más cercana a la música disco como era Abanini Aboebe.

Así las cosas, podría parecer que los años 80 eran los adecuados para que la horterada bien entendida y la originalidad cutronga hicieran su aparición sin ambages. Nada más lejos de la realidad. A partir de 1982, la mayor parte de las actuaciones dan paso a una elegancia ochentera, con una estética asimilada y, a ratos, aburrida. Como digo, hay festivales en los que las excepciones confirman la regla, aunque de estas excepciones me ocuparé en otro momento. Sin embargo, algo muy curioso puede observarse durante los años 80 y 81.

Al principio, estuve indecisa con estos dos años. ¿Con cuál me quedo? ¿Cuál cojo? Como en el fondo tenía un recuerdo bastante difuso , tuve que verme los dos de nuevo antes de decidir. Finalmente, la elección estuvo más que clara. Si bien 1981 es un año que tiene algunas majaradas muy divertidas, en 1980 no puedo descartar a nadie. ¡A nadie! Sólo hay una canción que es un poco más peñazo, y aún así tiene cosas que comentar. En serio, 1980 es un año lleno de jloria y jrandeza sin parangón. ¡Vamos a verlo!

El festival de Eurovisión de 1980 se celebró en La Haya. Hay que decir que Israel había ganado el año anterior con Hallelujah, pero declinó celebrar la ceremonia por ser ese mismo año aniversario del Holocausto. Así pues, Holanda se puso a tope con los preparativos y dio lugar a uno de los mejores festivales de todos los tiempos, que en algunos casos resulta muy bonito y elegante, y en otros sorprendente, por no decir más.

El primer país participante fue Austria, con un conjunto de dos hombres y dos mujeres vestidos de blanco, que cantaban a la música, así como concepto general. Hay que decir que este año destacan, por un lado, los grupos y conjuntos frente a los solistas y; por otro, las canciones dedicadas a las artes, como en este caso la música. En el primer caso, lo mejor de que vayan grupos es que suelen ir acompañados de coreografías, lo cual suele ser fuente de cachondeo sin fin. En el caso de Austria, por favor, poned atención a las caras de flipe y convicción de los chicos, y a la cara de psicópata de película de Antena 3 a las cuatro de la tarde de la morena. No tiene desperdicio. La canción, una horterada.



La siguiente actuación tiene miga. Ajda Pekkan canta una canción que nos podría resultar un tanto anodina o, simlpemente, ridícula. el problema está más bien en la letra, porque a Israel no se le ocurrió mejor cosa que presentar una canción llamada Petr'oil (petróleo). Aparentemente, la cosa va de que la cantante no quiere diamantes ni dinero, ni nada de eso, porque lo que de verdad le mola es el petróleo, y le pide a su amado que le dé "gasolina a nuestro amor", erigiéndose como precursora directa del reaggetón. Pero vamos a la chicha, ¿Los israelíes hablando de petróleo, con la que tenían montada en pleno 1980, y cuando aún no se había salido de la crisis de 1978? En este caso, el petróleo huele a trolleo del bueno. Si encima tu director de orquesta se llama Atilla, no te lo quiero ni explicar.



Seguimos con Grecia, que este año se alejó de las panderetas, pero no pudo privarnos de un horterístico alarde de folklorismo y una coreografía de gente vestida de negro y rojo, que parece una escena eliminada de El baile de los vampiros de Polanski. Anna Visi y los Epicúreos (me parto), hacen una canción sobre autoestop, que explica el hecho de que la chica lleve una falda abierta enseñando las piernas. Pegadiza, graciosa. Poco más.



Luxemburgo siempre se había caracterizado como uno de los países que solían ser un valor seguro en Eurovisión, y oscilaba entre baladas o muy sosas, o muy bonitas. En este caso, el cambio de década debió de afectar al cerebro de alguien, y decidieron que lo mejor era llevar a dos gemelas rubitas con voz de coro de catequistas prepúberes, cantando una canción pseudoinfantil sobre el papá pingüino, un señor gordo con voz de barítono que sólo dice "papapapapapapa" y camina haciendo el moñas disfrazado con un chaqué. La canción, la coreografía, la impecable combinación de trajes de plástico azul y rosa... una genialidad.



Este fue el primer año para Marruecos, que se presentó con una canción bastante floja, muy aburrida. La única de hecho que no tiene nada destacable en este año. La pobre cantante hizo lo que pudo, con un tema de música típica de su país y una túnica verde de cuello vuelto. Nada más.



Italia tuvo dos actuaciones míticas en los años 80, una fue la de Franco Battiato en 1984; y otra, al año siguiente, con Al Bano y Romina Power. En 1980, la canción Non so che darei fue interpretada por un tipo con cara de enratonao y un coro de señoritas vestidas de colores. Lo que en un primer momento puede parecer un alarde de virilidad a la italiana se transforma, sin comerlo ni beberlo, en un señor con una camisa lila cantando en falsete que, no es por nada, da bastante grimita. Y no es por jorobar, pero este hombre mueve más a risa que a Italian lover. Si además sumamos la coreografía de las mujeres que se excitan llevando una guitarra de pega en la mano, pues ya me contaréis.


La representación de Dinamarca es una de las mejores. Un grupo folk de señores vestidos con monos de colores y camisas de rayas, que recuerdan a una mezcla de los pitufos y los curris en lo grotesco, con un cantante que es la representación gráfica de qué hubiera pasado si Daniel el travieso se hubiera metido en la marmita de la poción mágica cuando era pequeño. Todo con una voz desgastada, el coro del calvo, el delgaducho y el flipao, dándole la réplica a una canción que pretende ser nostálgica y termina siendo más bien aburrida. Personajo.


Thomas Ledin fue el representante de Suecia en 1980. Anteriormente había trabajado en la última gran gira de ABBA, haciendo los coros en el estadio de Wembley, amén de por Europa, Australia y Estados Unidos. Aquel año se presentó al festival con una canción que, para mi gusto, es muy pegadiza y era una de las mejores opciones. El problema es que estaba en sueco y que eso de llevar una camiseta de leopardo con rayas verdes no termina de quedar bien del todo, así como agacharse dando el culo al resto de Europa porque se te cae una cosa -o bueno, eso puede que sí quede bien-. De todas formas, ya digo, una de las mejores del festival de aquel año: Just Nu!


La entrada suiza es una de las que ya hemos comentado que marca un poco la temática de este festival: Cinéma es un homenaje al cine, como hemos visto antes otro a la música. El problema es que, de nuevo, la cantante es un coñazo de persona que nos cuenta lo bien que lo pasaba yendo a ver pelis de Chaplin los domingos por la tarde cogida de la mano de su padre. Además de que las referencias cinematográficas resultan pretenciosas y un tanto desconcertantes. La canción parece llevar un cierto ritmo de musical, de obra de Broadway, y Paola del Medico hasta se permite el lujo de marcarse un numerito cutre de claqué, para que los pobres espectadores tengan que hacer honor a su apellido por el dolor de cabeza. Mucho lirili y poco lerele.


Finlandia ese año debió pensar que era moderna y original, pero todos sabemos que lo que hizo fue enviar una soberana castaña, hortera desde todos los puntos de vista. Un finlandés enorme, con cara de ir a decirte penitenciagite, rubio y con voz de barítono, llevando la voz principal mientras toca la flauta travesera dando gritos para animar al personal. La canción, como no, se llama El flautista, pero no se engañen. Yo creo que éste espanta hasta a las ratas. Por cierto, aviso a los modernos: las pulseritas de cuero ya estaban de moda, y las lleva este sujeto. De nada.


Noruega presenta una de esas canciones que te dejan con el culo torcido desde el minuto uno. Interpretada por una pareja de cantantes masculinos, en escena vemos sólo a uno, que canta una balada con una guitarrilla. En un momento dado, se hace el silencio, y una voz lejana va aproximándose al escenario. A partir de ahí, todo deja de tener sentido. Ritmo de marcha militar, el de la guitarra interpretando en clave de canción protesta, y el otro repitiendo lo mismo una y otra vez hasta que el "lore lore", te sale por las orejas junto con el humo. Al parecer, la canción es un homenaje a Laponia, y encima no sale Noeli, aunque os aseguro que no hubiera desentonado: En Laponia hace frío, pero yo me río... con permiso de mis neuronas.



De nuevo otra canción relacionada con las artes. La propuesta de Alemania para 1980 fue Theater, cantada por una pelirroja muy elegante. Otra de las firmes candidatas a ganar. Vestida con un chaqué blanco y acompañada de unos mimos muy majetes, la pelirroja de la edición interpreta un tema que recuerda a los sonidos de los cabarets y que queda la mar de bonito, sencillo pero efectivo. Y el plano a los guantes de muñequitos es todo un acierto.


Reino Unido de nuevo decidió llevar un conjunto, aunque aún le costaría un año más encontrar la fórmula perfecta para ganar el festival. En su línea, llevan a un grupo de tres parejas que cantan que el amor es suficiente para dos. Bigotones y trajes que mezclan el rosa fucsia con el azul claro y el verde son aciertos que, unidos a la coreografía, dan muchos puntos de mariconismo ochentero bien entendido, aunque no fue suficiente.


Portugal no quiso quedarse atrás en modernez, y para demostrarlo, se llevó a un clon de combate portugués de Elton Jonh. Señor con gafas de sol que toca el el piano y que tiene la voz aguda, amén de que canta una canción bastante movidita y se flipa mucho, todo lo contrario que los sosos corifeos del fondo, quizá más acostumbrados al fado que a otra cosa. Mucha pasión, pero poco que destacar, en realidad. Quizá con unas mallas de colores y unas gafas más discotequeras hubiera resultado convincente.


Una de esas curiosas casualidades de la vida que te encuentras sin saberlo. ¿Recordáis a MacNeal, la rubia que cantaba con el hombretón barbudo y la muñeca zarrapastrosa? Pues este año decidió ir a Eurovisión por su cuenta, cantando una balada sobre Ámsterdam. Lo malo es que había dejado su hippismo aparcado en 1974, y en este caso iba por la vida de cantante seria. Con el pelo largo, peinado con volumen, y un vestido negro brillante de alcachofas en el escote y con una especie de forro rosa por debajo que le roba de sopetón toda la dignidad, canta lo que es básicamente otro coñazo festivalero. Hija mía, molabas más cuando te drogabas.



Francia es una de las mejores de este año, sin duda. Bueno, de las mejores quizá no para ganar, pero sí para pasarlo bien. La canción es muy divertida, y tenemos a un grupo vestido de blanco con una franja arcoiris, que forman un arco completo cuando se ven desde lejos. ¡Qué idea! La coreografía no está demasiado currada, pero la música es más pegadiza que la de Grecia de 1974. Con eso está dicho todo. Así que, os dejo con el pelos, la cara cuadrada, el doble de Miguel Bosé, la pitufita con cara de señora mayor y el hombretón calvo con mallas, para que veáis una auténtica muestra de mariconismo de los ochenta, un "tututú" muy salado a falta de estribillo, y el desgarbe de las damas con respecto a la alegría gayfriendly de los caballeros. ¡Me encanta!


Y tres titanes para el final, cada uno por un motivo diferente. En primer lugar, Irlanda, con la elegantísima What's another year, balada que se convirtió en un éxito en todo el mundo. Jovenzuelo, con las manos temblorosas y una voz que da vértigo, Johnny Logan logró meterse a Europa en el bolsillo con esta preciosidad, que demuestra que un arreglo de saxofón bien hecho te soluciona cualquier balada edulcorada.


¿Y España? ¿Dónde está España? Que se nos acaba el festival y no sale. No pasa nada, chicuelos, este año les tocó los penúltimos; pero la cosa no fue tan trágica como en 1974. Trigo Limpio era un grupo formado por dos hombres y una mujer, que a pocas semanas antes del festival hubo de ser sustituida. Aún así, la canción elegida era bastante apañada. Una balada sobre la reconciliación de una pareja, con un subidón final galopante. Los datos: Se equivocaron con el nombre de la canción, que debía de ser complicado de pronunciar, y en el rótulo "Quédate esta noche" se convirtió en "Que data esta noche". No sabemos de qué o dónde data realmente esta tontuna, pero bueno. Para mí, lo mejor son las caras de los caballeros, el hombre de la mandíbula inmóvil y el señor arrebatado del bigote, que pone cara de estar teniendo una especie de visión mítica extraña. Trigo limpio. La canción me gusta, la verdad, aunque visto lo que había, sabíamos que ganar no era una opción, ni tampoco quedarnos entre los más miérder. ¿Demasiado correctos? Tal vez.


Y por último, el broche de oro. Lo mejor de lo mejor. Los ganadores morales del festival, por encima de las Pili Y Mili del pingüino y del lapón cabezorro. TELEX fue la apuesta belga para 1980. Como ya comenté en el post anterior, Bélgica no había caído en la cuenta de lo mucho que podía aportar a un festival que se abría a la originalidad y el cutrerío con tan altas miras. En 1980 y 1981 lo descubrió, aunque esa estela de genialidad duró demasiado poco. Los TELEX eran un grupo que hacía música experimental con organillos, sintetizadores, y demás zarandajas. Se compone de dos gemelos que se mueven como los gatos de los chinos, y un solista con barba, gafas y prominentes entradas, digno de aparecer en cualquier cómic de su país. La canción , llamada Eurovision, es una especie de reflexión cultureta meta eurovisiva, donde la mise en escène resulta tan sencilla, tan de "me he comprao en confeti y la cámara de juguete en los veinte duros de la esquina", que se hace entrañable. La voz del cantante, incapaz de llegar a sus propios tonos, los gestos, la musiquilla chiringuitera de fondo... Todo en TELEX es especial. Por ellos, realmente, fue por lo que me enamoré de este festival de 1980. Y a pesar de que lo he visto varias veces, siguen siendo los ganadores morales del festival, los que hacen que quieras arrancarte los tímpanos para ofrecérselos en sacrificio por su genio incomprendido. Que lo disfruten.


Finalmente, gloso un pelín las puntuaciones. El indiscutible ganador de aquel año fue el joven Johnny Logan, con su canción perfecta y su voz perfecta y todo perfecto -quizá demasiado-. A este siguieron de cerca Alemania con los mimos y la pelirroja, y los británicos bigotónicos vestidos de rosa -que sí, que sé que no todos los del grupo llevan bigote y van de rosa, pero no me digáis que ese no es al que todos recordamos al ver el vídeo-. Por la cola, nuestro amigo el flautista con problemas de gigantismo no fue del gusto de los jueces, quedando el último a pesar de su pulsera de cuero. La verdad es que, salvo en los primeros puestos, considero que las votaciones en general fueron bastante injustas. La pedante de Suiza y la ex porrera holandesa quedaron cuarta y quinta, respectivamente, seguidas del italiano enratonao, el trasunto portugués de Elton John, y los austriacos que no podían sacar de la jaula a la psicópata morena para celebrarlo. Las gemelas árticas quedaron en ¡novena posición! y, justo por detrás, el excorifeo de ABBA con su camiseta y su culo en pantalla.

Del once al diecinueve, todos los que nos molan, y en un orden muy injusto, porque no me digáis que no era para que quedase la última la pobre marroquí, que ese año fue un auténtico soserío. Pues no, pero casi y justo por encima de ella, nuestros TELEX de mis entrepaños. Los franceses que cantaban a la homosexualidad sin saberlo fueron los décimoprimeros, seguidos inmediatamente por Trigo limpio y la canción de nombre intraducible. Después, Grecia con el autostop, Dinamarca, que imagino que tuvo que pagarle una comilona de jabalíes al cantante para pasar el disgusto, Turquía, y Noruega con su canción protesta sobre Laponia. Un caos, una injusticia. Árbitro comprado por lo menos.

Y como sé que esta vez me he retrasado por causas ajenas a mi voluntad, en muy poco ofrezco un especial muy especial y el post que correspondería a esta semana en que nos encontramos. ¡Está todo preparado! ¡No os lo perdáis!

martes, 8 de abril de 2014

Aquí llega Eurovisión. Capítulo 1.

Puede que más de uno se sorprenda al ver que una persona con gustos como los míos entiende algo del festival de Eurovisión. A decir verdad, no siempre ha sido así, y soy bastante tiquis miquis al respecto de considerarme una eurofan. Básicamente porque no lo soy.

Seamos sinceros, yo veo el festival de Eurovisión los años en que creo que va a llamar mi atención, si no, paso en barca. Cuando era pequeña no me perdía ni uno, hasta que mi adolescencia hipermadura y antisocial me hizo alejarme de aquel contubernio de frivolidades, y me dedicaba a escuchar a Serrat y Paco Ibáñez encerrada en mi habitación.

Este proceso, de todas formas, duró poco, y mi generación vivió una resurrección del concepto eurovisivo gracias a Rosa de España y Operación Triunfo. Los tres años en que los triunfitos fueron saliendo de viaje a comerse los mocos y hacer gallos sin fin me descubrió una nueva faceta del festival, alejada de chorradas como "tienes que ir con tu país" o "es que siempre ganan los mismos porque se votan entre ellos", o incluso "si ves cómo votan en Eurovisión sabes cómo son los europeos, cómo funcionan la política y la economía del continente, y descubres que nuestra civilización va directa hacia la hecatombe" (axioma este último muy seguido por tertulianos de Intereconomía).

De esta forma, descubrí que lo que de verdad molaba de Eurovisión era el descojone y la maravilla de  ver las propuestas que envía cada país para que le represente en un festival de la canción que, en mi opinión, tampoco tenía demasiado sentido cuando se creó, por mucho rollo de concordia y no sé qué leches que le quisieran meter. Es una tontuna, pero al menos puede ser una tontuna graciosa. O gloriosa, como veremos más adelante.

Mi objetivo, pues, es el siguiente. Voy a dedicar cada semana un post a antiguos festivales de Eurovisión, y terminaré glosando lo que nos depare el de este año 2014. Algunos años los desgranaré enteros, y en otros casos hablaré de situaciones concretas, que algunas tienen mucha guasa y lo merecen.

Aviso ya que, por lo general, me centraré en los años 70 y 80, básicamente porque son mis preferidos y porque creo que es donde más chicha podemos sacar. No quiero decir con esto que momentos memorables como el último puesto de Conchita Bautista frente a la MARAVILLOSA Poupé de cire, poupé de son de France Gall; o el mega loco de la colina de Alf Polier, o la aplastante victoria de los Lordi, por no hablar de Massiel y Raphael, no merezcan algún que otro comentario. Pero opino igualmente que la chicha magra de todo lo que merece ser comentado en tan pocas semanas se centra en esos veinte años. Como digo, algún comentario habrá para otros personajes de otras épocas, pero seguramente serán los menos, y de forma monográfica.

Para terminar esta larga introducción, sólo quiero decir que si alguien quiere enviarme sugerencias sobre años, actuaciones concretas, o comentar experiencias o lo que sea, sabéis que sois bien recibidos. Gracias.

Y ya sin más preámbulos, vamos allá.

EUROVISIÓN 1974. EL AÑO DEL CAMBIO.

En mi inmenso frikerío setentero, este año no podía pasar inadvertido, y es el que vamos a comentar como primera parte de esta serie.

En 1974, Eurovisión todavía vivía presa de la canción ligera, baste recordar algunas de las actuaciones del año anterior, cuando nuestros Mocedades quedaron segundos frente a la estupenda Tu te reconnâitras de Anne Marie David.


El siguiente año, como Luxemburgo no podía hacer frente a los costes de otro festival, Reino Unido decidió asumir los gastos, y aquel año todos los participantes pusieron rumbo a Brighton.

1974, además, resultó curioso por la importancia que varias canciones tuvieron a posteriori, entre otras, las que hicieron famosos a sus respectivos intérpretes. Salvo Gigliola Cinquetti, que ya había alcanzado la victoria con Non ho l'etá  (No tengo edad), algunos no eran conocidos, pero lo serían y mucho gracias a aquella noche en el escenario del Brighton Dome.

Otro punto fuerte del festival de 1974 fue la primera participación de Grecia ese mismo año, con una canción bastante floja, aunque asquerosamente pegadiza; y que Israel participaba por segundo año consecutivo. Además de esto, ya desde la edición anterior los países que así lo desearan podían cantar sus canciones en un idioma distinto del de su país de origen. Esta costumbre, como veremos, no estuvo tan arraigada como ahora, pero resultó un punto fuerte para muchos de los participantes.

Y claro, como no podía ser menos, hemos de hablar del representante español de aquel año. A la dictadura le quedaba poco, pero aún no había terminado, y los expertos españoles decidieron que Peret, con su rumba catalana llena de ritmo, esencia española y letra fácil y pegadiza era una buena opción para ganar posiciones en Eurovisión. El resultado lo veremos más adelante; pero para comenzar a ver el festival, nada mejor que hacerlo como lo hubieran hecho los españolitos de 1974. Antes del sarao, veamos lo que nos cuenta sobre el asunto este reportaje de Informe Semanal:

https://www.youtube.com/watch?v=FnOV7JchpF0

Como vemos, creo que es un muy buen resumen de lo que nos vamos a encontrar. Vale la pena rememorar momentazos de este documental como "Nosotros los españoles, que entendemos de ciudades bonitas, de villas turísticas" (no como vosotros, ingleses de mierda, con vuestras ciudades sin casi sol, no como el sol de ESPAÑA); expresiones como "beber el líquido oceánico", o los preciosos comentarios dedicados a la pobre Agnetha (No la siguen por su talento, ni sus capacidades artísticas, es sólo que está buena, ¡bah!).

Y por cierto, hagamos un club de fans de "El monegasco Romualdo" YA. Así podremos decirlo a cualquier hora del día, que es lo que toda persona de bien debería hacer.

Comenzamos el festival. La primera en discordia es Carita, una joven finlandesa de 20 años, que canta una baladita al piano, Keep me warm. La verdad es que es eso. Tranquila, melancólica, ligera, en inglés para llegar a un mayor espectro del público. Y en mi opinión poco más. Bueno, y el vestido es pelín feo.

 

En segundo lugar, le toca el turno a Reino Unido, que este año cuenta con la representación de Olivia Newton-Jonh. Hay que decir que a ella no le gustaba mucho esta canción, una oda al amor que mezcla el vals centroeuropeo con sonidos que recuerdan a Like a puppet on a string, cuando lo que a la chica le gustaba era el coutry. La pobre hizo lo que pudo, tan guapa como siempre, con un vestido bastante más apañado que el de su predecesora; pero no consiguió ganar. Cosa que no le vino nada mal, porque cerradas las puertas de Europa, decidió marcharse a Estados Unidos, donde ganó el premio a mejor cantante country del año y vio despegar su carrera gracias a su papel de Sandy en el musical Grease



Y atentos, al loro, que llega Peret. Sólo comentaré la actuación de este hombre con un par de cosas. La primera, que utiliza el recurso fácil de "Si al sol no puedes tumbarte ni en paz tomarte una copa, decir que estás en Europa no sirve de ná", que se basa en meter una pulla de lo bonita que es la Spanish way of life, porque cómo mola lo típico de España, que está hecha una mierda, pero qué alegres somos y cuánto sol tenemos. La segunda, glosada por el genial Miguel Ángel Sánchez (único biógrafo de ABBA en español), se resume muy rapidito: En Reino Unido siempre ha estado muy de moda apostar, y Eurovisión era un buen momento para ello. Peret no entraba ni en apuestas. 



Anne-Karinne, la concursante de Noruega, vuelve un poco a lo mismo. Canción ligera, de tema amoroso. Pero vamos, que lo que decía el locutor, atención los caballeros porque llega una rubia guapa con un precioso salto de cama, para ir abriendo boca antes de que llegara el destape.



Bueno, bueno, Grecia. Marinella, su camisa de rayas y su pandereta nos traen una cancioncilla que, como digo, es floja, es decir, sabemos que ganar no va a ganar; además de que está en griego y no lo entendemos, y de que el tema es tipiquísimo (El vino, el mar y mi amado), y de que el arreglo orquestal del final es lamentable; pero da igual. Se os pegará, es inevitable. Así que, no tengáis complejos y cantad conmigo: ¡¡¡Libocrasí, libo talasá kezá torimúuuuuuu!!!




Llegamos a otro tema curioso y muy folklórico. El grupo israelí Kaveret (que en este caso es conocido como Poogy. No lo entiendo muy bien) interpreta una canción llamada Le di mi vida. Esta es aquella canción que nuestro bienamado comentarista de Informe Semanal dijo que era de tema psicodélico. Yo estoy de acuerdo sólo en parte (aunque no me extrañaría dada a pinta de yonkorros que se gastan), porque creo que la forma es una excusa para habar de amor -mmmmmmm- o más bien de su patria. Es decir, unos señores que han decidido hablar sobre su situación política de forma enrevesada. Por si alguien desea aportar algo más sobre este tema, dejo enlace de la letra. 

http://www.diggiloo.net/?1974il

Y la canción... pues eso, muy folklórica y un tanto machacona, con los chicos que se han puesto el traje de los domingos para salir formales en la televisión. Si alguien sigue con la canción griega en la cabeza, no os preocupéis, es casi mejor.



Comentaba la presentadora que el orden de las canciones fue elegido por sorteo, pero vamos, que lo hacen a posta y no les salen más coñazos juntos. Yugoslavia. Grupo de canción que parece protesta, cantando a la generación del 42. Por fin vemos ropa más alegre, más psicodélica, salvo por el sutil detalle de que no pega un carajo con la canción. Es como poner a Raphael vestido con ropa de Tino Casal. Bueno no, porque en ese caso molaría. Seguid con Grecia en la cabeza, porque, aunque lo parezca, tampoco es un número de Jesucristo Superstar.



Ahora sí que sí. El auténtico motivo por el que este festival merece la pena. Por un momento podréis olvidaros de Grecia. Señoras y señores, llega ABBA.

No hay nada mejor que ver el festival completo, aparte de para pasar vergüenza con Peret o cantar en griego inventado, para darse cuenta de que los suecos de oro estaban a años luz de lo que se hacía en otros países. La ropa, los arreglos, el cachondeo, la originalidad, Agnetha y Frida... todo parecía ser perfecto. Aún así, Suecia no partía como una de las favoritas, pues las valoraciones previas se decantaban más por Francia (que al final no participó por el luto oficial decretado tras la muerte de Pompidou), Italia, Reino Unido u Holanda. Sin embargo, nuestros cuatro ídolos arrasaron con todo. No sé si cuando el locutor de Informe Semanal hablaba de decadencia del festival se refería a esto; pero desde luego fue un importante punto de inflexión, sólo comparable a la victoria de Lordi en 2006, y no del todo.

Pues bien, ahora que entendemos el contexto, vamos a gozarlo. ¡Volumen a tope para ABBA!



Una vez pasado el subidón, lamento decir que nos llega un pequeño bajón, aunque no está del todo mal. Luxemburgo, que venía de ganar el año anterior, apuesta un poco por lo mismo. Canción ligera, Bye, bye, I love you, en una extraña mezcla de inglés y francés. El vestido de princesa Disney trasnochada tampoco ayuda mucho. Como se puede ver, es bastante parecida en planteamiento a la canción de Reino Unido, aunque claro, no es Olivia.



Atención ahora que llega EL MONEGASCO ROMUALDO, ex acróbata ataviado con un esmoquin de fantasía y voz empalagosa. Balada muy cuqui, algo pegadiza, pero no tanto. El hombre, desde luego, lo vive, eso sí. Muy sentido el chiquillo, con coros angélicos de fondo y mucho viento metal. El ídolo de las madres de cada casa española de 1974.



Bélgica aún estaba demasiado ensimismada en canciones protesta para darse cuenta del potencial de horterismo y cutrez que era capaz de desarrollar. En este caso, el cantante Jacques Hustin interpreta un tema con cierto poso político, un canto a la libertad y esas cosas, con permiso del pedazo de GAFUDO del director de orquesta, que es para soñarlo. Un rollete más. Por favor, ojo a los morritos.



Holanda iba con una de las canciones favoritas de aquel año, I see a star, que fue uno de los intentos por hacer algo más original dentro del festival de Eurovisión. Ropa muy hippie, pinta de fumados, arreglos con guitarra eléctrica... y un organillo con una muñeca guarra zarrapastrosa. ¿En serio alguien creía que éstos iban a ganar algo? Bueno, el aire de la canción es un poco country, y la voz de Mouth es muy curiosa, interesante dentro del repertorio de languidez y voces atipladas que llevamos, en general.



Por Irlanda va Tanya Reynolds (que en realidad se llama Philomena) y que es la que el locutor de Informe Semanal llamaba "simpática" con respecto a las buenorras. Curiosamente, es la que lleva el vestido más sexy, y canta con mucha simpatía. El momento de Irlanda aún no había llegado -recordemos que los años 90 son prácticamente suyos- pero a mí esta canción me parece amena, agradable. Más de lo que llevamos visto, pero con gracia, la canción es curiosilla, pegadiza. Correcta.



Los alemanes Cindy and Bert, con su melodía dulzona y romántica -en palabras de Uribarri-, cantan al verano y todas las cosas bonitas que tiene porque así los alemanes salen a la calle y esas cosas. Cindy con un traje que provoca epilepsia, y Bert disfrazado de Leprechaun, interpretan un coñazo muy muy grande, cantado en alemán. Eso sí. Cindy es pelirroja, y sabemos que eso es un plus. Respect.

 

Quedan tres canciones, y ésta es otro rollo repollo. Piera Martell dice que se parece a Barbra Streisand, lo que nos da una idea de su petardez y coñacismo ilustrado. Canta en alemán, con una especie de vestido-poncho camisero con lentejuelas. La canción no vale nada, pero la mujer la defiende con orgullo. Sin embargo, las dos últimas sí que tienen chicha.



Paulo de Carvalho, el representante portugués, iba con una canción muy sentida y llena de emoción, E depois de adeus (Y después del adiós). Puede parecer a simple vista una canción ligera más, aunque con cierto encanto. La anécdota está en que este mismo tema fue utilizado como uno de los himnos de la Revolución de los claveles. Espero que sin los churriguerescos arreglos orquestales.



El festival de Eurovisión de 1974 se cerró con broche de oro. Gigliola Cinquetti interpretó otra canción que se postulaba como favorita para ganar, con un nombre sencillo y elegante, como la intérprete y el tema mismo: . Desde luego, no es la típica canción ligera. El ritmo es distinto, tiene mucha emoción, y la voz grave de Cinquetti nos saca de los gorgoritos del resto de participantes. Desde luego, era una digna oponente, de esas que te dejan con el corazón en un puño. Un único problema. La pobre Gigliola parece que se ha quedado pegada al suelo, o que el escenario es su peana, como si fuera una muñeca de colección. Pero la canción es preciosa.



Y estas fueron las actuaciones del decimonoveno festival de la canción de Eurovisión. ¿Las votaciones? Bueno, he de decir que tampoco estuvieron tan mal. Como todos sabemos, ABBA quedó en primer lugar. Inmediatamente después, Italia, seguida de los holandeses de la muñeca zarrapastrosa y Olivia, que quedó cuarta. Por la cola, se produjo un cuádruple empate a tres puntos entre la noruega guapetona, los duendecillos alemanes, la Barbra Streisand suiza y el revolucionario Carvalho, amén de que la pobre finlandesa del principio quedó penúltima.

¿Y Peret? Pues, a decir verdad, pasó sin pena ni gloria, un décimo puesto y ni una sola ganancia en apuestas. Interesantes los puestos de Israel, en séptima posición, y de Grecia, justo por debajo de Peret, aunque todos canturreemos su canción por las esquinas. Aunque el que se lleva la palma es EL MONEGASCO ROMUALDO (vencedor moral del festival), con la sexta posición, justo por debajo de la sosa de Luxemburgo. Hay momentos en que la vida no es justa... 

En este post he intentado expresar lo que 1974 supuso para la historia del festival. A pesar de que la canción ligera seguía siendo -y lo será por bastante tiempo- predominante, comenzaban a verse atisbos de cambio en algunas actuaciones. ABBA, como ya es bien sabido, marcó un antes y un después en muchos aspectos, a pesar de las múltiples críticas y acusaciones de plagio que recibieron en su país, abriéndose a Europa como primer paso para conquistar el resto del mundo. 

Y así la cosas, este ha sido el primer post eurovisivo de la serie. La semana que viene viajaremos unos cuantos años por delante, en uno de mis festivales favoritos de todos los tiempos, lleno de frikis y de canciones imposibles. ¡Hasta la semana que viene!