martes, 30 de abril de 2013

Libros perturbadores. Perico Malastrampas: el Troll de las cavernas

Hace poco mantuve una conversación telefónica en la que salieron a relucir los cuentos infantiles. Además de Pulgarcito, Cenicienta y demás "cuentos clásicos", yo siempre he sentido admiración por aquellas historias populares poco conocidas. Recuerdo que, de pequeña, existían dos colecciones de cuentos en vídeo, que se compraban por fascículos, y que contaban las historias más variopintas. Una de ellas era Los cuentos de las estrellas, cuyo título original en inglés era Fairy tale theatre. Se trataba de adaptaciones de aquellos "cuentos clásicos" realizadas por famosos directores de cine de  los ochenta, y protagonizadas por los más renombrados actores de Hollywood. La verdad es que muchas de aquellas adaptaciones estaban bastante bien, aunque no incluían ningún cuento especialmente original, motivo por el cual podré explayarme con ellas otro día.

La otra gran colección que plagaba los kioskos de mi infancia era Videocuentos infantiles, distribuida por Planeta de Agostini. El concepto era simple: manga japonés que va narrando, en versiones totalmente libres y peculiares, los cuentos más y menos conocidos de la historia de la literatura infantil. Aparte de las consabidas historias de Cenicienta, Blancanieves, Caperucita Roja y demás, algunos de los cuentos que allí aparecían eran sumamente chungos, llenos de demonios, brujas, vampiros, y otra serie de personajes reinterpretados a la japonesa. Fue en esta última colección donde descubrí auténticas joyas, como "Piel de oso" -también conocida como "Piel de asno"-, "Los seis cisnes", "El médico prodigioso" -el título de esta obra no lo tengo claro, pero recuerdo perfectamente la historia de un joven que vende su alma al Diablo para hacerse rico-, "La bola de cristal" -La mala es una bruja vampírica. ¡Ojo cuidao!-, y más de un largo etcétera de historias, a cada cual más bizarra, y que muchas veces resultaban sumamente interesantes en comparación con los cuentos de toda la vida que Disney nos quiso vender.


La tercera fuente de información en este aspecto era una de aquellas extrañas colecciones de cuentos, que nunca he vuelto a ver en librerías. Al principio, siempre aparecía un par de historias conocidas, pero luego allí empezaban a salir historietas como "El rey Pico de loro" o "El mago Zanahary", que te dejaban a cuadros y te divertían más que las de siempre. Reconozco con pesar que no soy capaz de recordar ni el título, ni la editorial. Sólo recuerdo que eran voluminosas, aunque su formato de página era más bien pequeño, y que tenían cientos de volúmenes, ilustrados con figuras un tanto tradicionales.

¡Es lo que tiene tener un padre librero y cinéfilo! Al final, las influencias me llegaban de muy diversos sitios. A veces, cuando voy por ahí a "lamer las vitrinas" -¡Toma galicismo!-, me encuentro con libritos sorprendentes, como "Las princesas también se tiran pedos" y cosas por el estilo, que tratan de cambiar un determinado paradigma de princesas desvalidas que sueñan con príncipes azules. En esos momentos me pregunto si no sería más fácil que, en lugar de leer los "cuentos clásicos" y basarnos sólo en el imaginario de merchandising de Disney, los chavales de hoy leyeran más historias como la de Perico Malastrampas.

Perico Malastrampas es un cuentecito de una colección infantil, llamada Los cuentos de la Media Lunita, que distribuía -o puede que aún distribuya- la editorial Algaida. Su autor, A. R. Almodóvar, es poco menos que un Jrande de Ejpaña, y es que Periquillo es uno de los vacilones -o trolls- más grandes que he tenido el placer de conocer dentro de los libros de mi vida.

¿De qué trata la historia de Perico? Paso a resumirla brevemente. Un señor muy pobre tiene dos hijos. Juan,
el hijo mayor, que a la postre es un poco bobo; decide marcharse de casa a buscar fortuna. De camino, no tarda en encontrarse con un terrateniente caradura, que le ofrece trabajo bajo estas condiciones: cobrará cuando cante la cuquilla y no podrá quejarse nunca, en caso contrario, será despedido y el amo le arrancará tres tiras de pellejo.

Como ya hemos dicho, al pobre Juan le faltan un par de veranos, y acepta sin imponer ningún tipo de condición por su parte. Al día siguiente, trabaja hasta el agotamiento, y descubre que su amo no le ha dado de comer, motivo por el cual vuelve a la finca a quejarse airadamente. ¡Craso error! La queja ha provocado su despido, sin comer, sin cobrar, y con un poco menos de piel sobre su carne.

Herido en su orgullo, Juan vuelve a casa con el rabo entre las piernas, relatando lo sucedido. Aquí es cuando entra en escena Perico, el hijo menor, mucho más espabilado que su hermano. A pesar de que lo primero que sale de su boca es un sonoro "eres tonto", Perico no repara en nada, y decide ir a la finca del terrateniente a vengar a su pobre hermano. Como veis, estamos narrando una historia épica.
Juan, el hermano tontuso, y el terrateniente caradura

¿Cómo lleva a cabo su venganza el joven Perico? Muy sencillo. Al llegar a la finca pidiendo trabajo, acepta todas las condiciones de su nuevo amo como si fuera otro idiota más, solo que, sabiendo ya cómo se las gasta el terrateniente caradura, decide corresponderle con la misma moneda, lo cual convierte el cuentecillo en una amena competición que podría resumirse en un "a ver quién putea más".

Si el amo lo hace trabajar sin darle de comer, Perico decide no mover un dedo hasta provocar las iras de su jefe, el cual, temiendo quejarse en exceso y perder tres tiras de pellejo, acaba siempre cediendo a las exigencias del mozuelo. Como es lógico, esto lleva a una espiral en la cual el amo pide a Periquillo encargos cada vez más insólitos y difíciles; y éste, viendo sus intenciones, le deja siempre pasmado y, las más de las veces, humillado. Destaco sólo una de esas aventuras.

El amo quiere que Perico lleve unos terneros al mercado, y los venda por una cantidad desorbitada de dinero. Para más inri, los terneros están flacos y desnutridos, y puede que ni siquiera aguanten el viaje hasta el pueblo más cercano. Periquillo, entonces, decide quedarse en el campo hasta que las reses se queden casi muertas. Cuando llegan unos buitres a saborear su festín, el muchacho les pone los cencerros de las reses en el cuello, y vuelve a la finca gritando: "¡Milagro! ¡Es un milagro! ¡Los terneros se han vuelto buitres, amo!". El pobre terrateniente no tiene pruebas de nada de lo que el pillastre haya podido hacer con sus terneros, pero los ha perdido, así como el poco dinero que pudieran valer, motivo por el cual se encabrona in extremis. Periquillo, al notarlo, pregunta con chunga: "¿Es que se enfada usted, amo?". Y el amo, viendo sus manos atadas, sólo puede responder un escueto: "No me enfado... pero no me gusta". Y nadie se enfada, y todos contentos. Hecha la ley, hecha la trampa, que se dice.
¡Milagro! ¡Soy un trollaco!

Finalmente, el pobre dueño de la finca está tan desesperado por echar a Perico que decide llevar a cabo su última argucia. Pide a su mujer que se suba a un árbol e imite el canto de la cuquilla, para pagarle a Perico lo que sea y que, al fin, el maldito chaval se largue con viento fresco. Pero recordemos, Periquillo estaba llevando a cabo una venganza, y no podía marcharse de allí sin un buen trofeo.



No quiero contar el desenlace, porque ya hice bastante sangre con The Raven; pero el final resulta sumamente apoteósico. Para rematar, sólo decir que la finca queda vacía, y que Perico se traslada a vivir allí con su familia, incluido el tontaco de su hermano, vengado y feliz, habiendo aprendido algunas cosas sobre las verdades del mundo, como todos los niños que tuvimos la fortuna de conocer esta divertida historia.

En este caso, el post no ha sido muy largo, y reconozco que esta historieta parece poca cosa, al menos en comparación con el anterior libro perturbador sobre el que escribí. Dentro de poco habré terminado la última historia del padre Fortea y podré hablar de ella con propiedad. Sólo digo que es un tratado de demonología disponible en internet, para todos aquellos perturbados que, como yo, puedan albergar algún interés en el asunto. Por lo demás, reconozco que intento cambiar de tema con cierta frecuencia -es lo que tiene escribir sobre lo que se te viene a la cabeza- pero, al parecer, algunos asuntos vuelven a mí sin yo buscarlo. Dentro de poco también tendré que volver a hablar de musicales, aunque esta vez en una clave más bien espeluznante. Todo esto y mucho más -o lo que me dejen- ya en el mes de mayo. ¡Saludos!


domingo, 21 de abril de 2013

Divagaciones sobre Dune: El descubrimiento de Teg, el gañán místico

A decir verdad, nunca me he considerado una gran fan de la ciencia ficción. Bueno, ni siquiera una fan a secas. Sin embargo, reconozco que la historia de Dune, de Frank Herbert, me dejó completamente fascinada desde el día en que la descubrí.

Ni qué decir tiene que mi primer acercamiento a una de las más conocidas sagas de este género fue a través del cine. David Lynch es un director que me gusta bastante -si bien aún tengo pendiente el visionado de Cabeza borradora- y me llamaba la atención el modo en que más de un conocido me indicaba que su adaptación de Dune, auspiciada por Dino de Laurentis, era su peor film. Al parecer, el propio Lynch habría renegado de la cinta, utilizando incluso un pseudónimo en los créditos. Menos mal que mi hermano mayor, lector incansable y fuente de información durante años, me pasó los libros y, gracias a ellos y a las largas y productivas conversaciones que sobre la historia de los Atreides y compañía hemos mantenido siempre, logré entender la valía de Herbert -y la de David Lynch- a la hora de construir una pieza literaria importantísima dentro de la historia de la literatura de ciencia-ficción.

En primer lugar, dejo claro en pocas palabras que Dune no es la peor película de David Lynch. Simplemente, es una cinta diferente en tanto que se aleja de su peculiar modo de estructurar la trama, así como de sus fetiches y su personal estilo. Mucha gente esgrime este argumento para defender la idea antes expuesta, aunque creo que esas mismas personas deberían ver El hombre elefante, una estupenda película en la que tampoco aparecen ninguno de los usos y maneras por los que se suele identificar al director. Justo el hecho de que El hombre elefante se trate, asimismo, de una adaptación literaria, tira por tierra el segundo argumento, a saber, que Dune es una mala película porque no es una historia original de David Lynch, y trabaja, digamos, "a sueldo", para adaptar algo que no es suyo al cien por cien. Otra cosa muy distinta es que haya gente que prefiera la filmografía posterior del director, que va desde Terciopelo azul hasta Inland Empire, porque encuentren ese trabajo más maduro o más cercano a un determinado estilo. Eso no me parece ni bien ni mal; pero justificar un gusto personal o una opinión subjetiva sólo porque Dune sea diferente a otros filmes posteriores me parece una postura un tanto infantil.

Ello no obstante, por supuesto que hay personas a las que la película no les gusta, por muy diversos motivos, off llevan directamente a la esencia de la novela, por mucho que Lynch se salte pasajes. No nos engañemos, la idea está perfectamente cogida, y ya no podemos imaginar a otro Paul, ni a otro Leto, ni a otra Hellen Mohiam, ni a otra Dama Jessica más que a los elegidos por Lynch y su equipo. A excepción de Sting -creo que al pobrecito Feith nos lo podemos y debemos imaginar de otra manera, por nuestro bien- todo en la primera adaptación cinematográfica de Dune es perfecto, en cuanto a concepto de la historia y ambientación se refiere, cosa de la que no muchas otras cintas pueden presumir.
bien razonados y argumentados. Perfecto. Ningún problema. Yo, sin embargo, destaco una única virtud que hace que la película sobrepase a todas las demás versiones que de la saga de Herbert se han realizado hasta la fecha: David Lynch lo entiende. Tanto el cásting de actores como el vestuario y ambientación, así como determinados momentos, miradas, diálogos y monólogos interiores en

Terminada mi breve defensa de David Lynch, desearía continuar con mis ideas globales acerca de la saga en general, lo cual nos llevará a entender por qué me fijé en el personaje de Teg, ese gran hombre al que yo llamo cariñosamente "el gañán místico".

El primer libro de las Crónicas de Dune se publicó en 1966. A partir de ese momento, Herbert ya había construido un coherente y fascinante mundo de ciencia-ficción, en el que se tenían en cuenta una serie de factores que, tal vez, son las que le otorgan esa inusitada brillantez y originalidad.

Tras una gran guerra contra las máquinas, el ser humano se dispersa por el universo, bajo la consigna de no volver a depender jamás de las mismas. A este respecto, el salto de Herbert resulta poco menos que impactante. Normalmente, los mundos futuros imaginados por diversos autores suelen estar plagados de refinada tecnología, que hace la vida del hombre mucho más cómoda. Otros, sin embargo, se decantan por futuros postapocalípticos en los que la humanidad vive poco más o menos que en una nueva Edad de Piedra, y comienza su historia desde cero. En este sentido, el planteamiento de Dune es mucho más interesante.

Al no poder confiar en las máquinas, los seres humanos deciden potenciar sus propias capacidades, dando lugar a algunas "sectas" o "escuelas" donde aprenden a hacer todo aquello que las máquinas habían hecho por ellos. Así, las Bene Gesserit son capaces de controlar hasta las células de su cuerpo, y manejan su intuición casi como una ciencia; los Decidores de Verdad son capaces de observar el más mínimo rasgo de comportamiento para captar las mentiras de los demás; los Mentats son auténticas computadoras humanas y los integrantes de la Cofradía Espacial pliegan el espacio y viajan por él en muy poco tiempo. Un mundo futuro con tecnología, pero sin súper ordenadores ni rayos láser. 

Por otra parte, matizar que, en los dos últimos casos, el uso de drogas y otras sustancias para expandir la mente resultan sumamente curiosos. Paul logra aumentar sus poderes gracias a la especia, y los Mentats reactivan su cerebro por medio de una especie de jugo de rana que hace que éste trabaje a mayor rapidez. Todas ellas, sobre todo la especia, tienen una importancia prácticamente religiosa dentro de esa sociedad a caballo entre lo medieval y lo futuro ideada por Herbert, recordemos la famosa frase de "La especia debe manar" o el momento en el que Paul y Dama Jessica beben el Agua de vida, sólo por poner un par de ejemplos.



Otro rasgo a destacar en las novelas de Herbert es la importante aportación de lo espiritual y religioso. Todo en Dune tiene un cierto aire sagrado, que logra que hasta los pasajes más cotidianos tengan algo de sublime y resaltan los momentos más épicos dentro de los siete libros. Objetos importantes como el Gom Jabbar, o las dagas de los Fremen, las armas de las Honoradas Matres -ese cañón que las convierte en vegetales al que tanto temen- y la gran amenaza indescriptible que se cierne sobre la raza humana en los últimos libros, dejan claro que todo en Dune respira un cierto sentimiento religioso. La propia crónica de la ascensión de Paul para ser el Kwisatz Haderach y convertirse el emperador del universo está relatada a modo de libro sagrado para generaciones posteriores. La hermana de Paul es conocida durante su regencia como Santa Alia del Cuchillo. Las Bene Gesserit -mezcla de monjas con brujas en su concepto- llevan a cabo modificaciones genéticas esperando la llegada de su mesías, cuyos signos serán reconocidos gracias a las profecías anteriores. Los Fremen también tienen una fuerte tradición religiosa, y Paul vence al Emperador y el varón Harkonnen gracias a la "guerra santa" augurada por el pueblo del desierto. Si a esto sumamos el importante factor ecologista, de nuevo nos encontramos ante una novela que no parece ser una de las típicas historias de ciencia-ficción al uso.

En cuanto a la estructura de la trama, destaca sobre todo lo imprevisible de las posibilidades. ¿Cómo crear intriga en un mundo en el que los protagonistas saben lo que va a pasar? La famosa presciencia de Paul, Alia y Leto II El Gran Tirano, entre otros, no es ni mucho menos algo que los haga omnipotentes. En este caso, la presciencia sería una especie de consciencia de todas las posibilidades de un hecho, lo cual no quiere decir que estemos ante personajes que ven el futuro ni ante una trama determinista, sino todo lo contrario.

Por lo general, muchas veces los personajes de la novela tienen un plan, del cual han calculado hasta la más mínima posibilidad, desarrollando en su mente el proceso de causas y consecuencias que tendrán lugar para lograr sus fines. El problema no es que sepan lo que va a pasar, lo que nunca saben es el cómo, cosa que el lector también desconoce por completo. De esta forma, los acontecimientos se suceden. Unos intentan que sus planes tengan éxito, y otros tratan de acabar por todos los medios con los planes de los primeros, aunque nunca sabemos cómo demonios piensan llevar a cabo cada una de las acciones que les reportarían la victoria. Por este motivo, es frecuente en Herbert el introducir un elemento inesperado, que rompe los esquemas predeterminados de todos los personajes, y resuelve la trama, normalmente de una forma más bien agridulce. En El Mesías de Dune, Paul sabe desde el principio que alguien va a matar a su hijo nonato, además de a él mismo, y que su amada Chani va a ser acusada de ambos asesinatos y recluida en un pozo de esclavos; aunque, por supuesto, no sabe quién será el asesino, ni cómo pretende llevar a término su plan, ni quién está detrás de la conjura para derrocarle. Finalmente, un inesperado giro de trama llevará a Paul a contemplar una posibilidad que no entraba dentro de sus cálculos y, de esta forma, salvar a su familia y el nuevo linaje imperial. En Dios Emperador de Dune, Leto II ha logrado obtener un enorme poder de presciencia, motivo por el cual ha realizado toda clase de planes para preservar la supervivencia de su familia y la de toda la humanidad. Esto conlleva una amarga decisión, pues debe convertirse en un longevo tirano para esclavizar a los humanos, con el único objetivo de que no haya una sola generación que desee ser sometida a un régimen totalitario como el suyo. El único modo que hallan sus enemigos para vencerlo es dándole algo que no esperaba dentro de sus cálculos: la posibilidad de amar y ser amado.

Como hemos podido observar, el universo de Dune resulta muy particular, único y sumamente original dentro de la ciencia-ficción, sobre todo si tenemos en cuenta que la saga se desarrolla desde finales de los años 60 hasta mediados de los 80 -sin contar la última novela, escrita por el hijo de Herbert y Kevin J. Anderson y dividida en dos partes para vender más-. Vistos ya buena parte de sus logros, podemos ahora entrar en la tercera parte del post, que ha causado más de una noche de animada conversación con mi hermano mayor. Y es que Teg se lo merece todo.

Éste es Teg de pequeño. ¿A que era mono?
En muy pocos blogs se puede leer demasiado sobre uno de los más importantes Atreides de la saga. En todos, indefectiblemente, se cuenta su historia según aparece en los libros -en este caso, Herejes de Dune y Casa Capitular-, y ninguno que yo haya visto analiza el impacto de todo lo que se nos muestra sobre él, puesto que su inclusión en la trama marca, desde luego, un antes y un después.

Teg es un Atreides, pero no uno cualquiera. A la muerte del Tirano, los Atreides de las generaciones futuras nacen con una serie de rasgos genéticos, entre los cuales se encuentra el hecho de no ser descubiertos por rastreadores precientes. Asimismo, los Atreides tienen un importantísimo peso dentro de la Hermandad Bene Gesserit, y viven recluidos en la Casa Capitular, donde su seguridad está más que probada.

En un momento dado, una amenaza se cierne sobre el Imperio y sus colonias. La llegada de unas mujeres salvajes, expertas en técnicas de lucha, que posen cientos de esclavos sexuales y que arrasan cada planeta al que llegan como si fueran una plaga de langosta, diezma considerablemente las filas del mundo civilizado, impotente ante el ataque de esta fuerza desconocida. Estas mujeres, las Honoradas Matres, han llegado incluso a conquistar Arrakis (Dune), el planeta del que proceden los gusanos y la especia, motivo por el cual se han vuelto más peligrosas si cabe.

En este contexto de guerra mundial, es donde encontramos a Teg, el mejor general del ejército imperial, aunque un tanto entrado en años. Educado en los postulados de las Bene Gesserit, es asimismo un hombre sumamente inteligente, capaz de resolver y planificar estrategias, así como de vencer en todas las batallas y conflictos diplomáticos que se presenten. En este sentido, para qué negarlo, Teg es un crack. Incluso podríamos decir que lo es a la manera de Dune: inteligente, calculador, gran estratega, frío y astuto.



Con semejantes características, las Bene Gesserit deciden enviar a Teg a Arrakis, mientras tratan de averiguar cómo vencer a las Honoradas Matres. La idea es encontrar a una descendiente Atreides que vive en el desierto, y que es capaz de pastorear gusanos, para poder coger una cría y así tener las reservas de especia asegurada, aunque el pobre bichito de dos metros deba vivir en un entorno artificial.

A su llegada a Arrakis, Teg también realiza un acto muy presente en todas las novelas de la saga. Para que sus compañeros de misión no sean descubiertos, se sacrifica y es capturado por las Honoradas Matres. Nuestro héroe está en apuros... ¡Y comienza el cachondeo!

Las Honoradas Matres poseen una especie de instrumento de tortura definitiva, que viene a ser una sonda cerebral, y que causa un indescriptible dolor que sólo consigue que la víctima ansíe la muerte. Esta sonda es la que utilizan para torturar al bueno de Teg, que afronta el desafío con total valentía. Y aquí, precisamente aquí, es donde viene lo bueno de verdad.

¿Muere el pobre Teg como un héroe, entregando la vida por sus amigos? ¿Ha caído Herbert en el patetismo de presentarnos a un personaje potable que sale de la trama porque sí? ¡No! Herbert hace algo mucho mejor y más épico. Resulta que, como ya sabemos, el Tirano había hecho modificaciones genéticas en los Atreides, previniendo determinados problemas que pudieran surgirles en el futuro. No está claro si su presciencia le había llevado a ver el momento en el que la sonda se introducía en el cerebro de Teg; pero, desde luego, el tío tuvo vista. En el momento en que el general es sometido al mayor rango de dolor de la sonda, se opera una especie de cambio genético repentino, y Teg no muere. Tampoco grita. No es que soporte mejor el dolor. ¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¡NO, el el Superman de Dune!

De pronto, el supuesto chivo expiatorio adquiere súper fuerza y súper velocidad, y el caso es que arrasa con toda la caterva de Honoradas Matres y cohortes de combate que pululaban por allí, básicamente, en unos segundos diezma las defensas del enemigo, en un giro de trama digno de cualquier película cutre de acción; pero que en medio de las novelas de Dune, que poseen todas las características citadas anteriormente, chocan de forma sorprendente. En un mundo donde todo se centra en intrigas palaciegas, arrebatos de misticismo y experimentos secretos, el arma definitiva para acabar con la mayor amenaza de la civilización es un gañán que se lía a manguzadas supersónicas. ¡Viva Herbert!

Tiempo después, los compañeros de Teg han sido atrapados, y Teg vuelve a entregarse, siendo conducido a un antiguo banco que las Honoradas Matres han transformado en cuartel. En un nuevo alarde de violencia gratuita y flipada sin igual, Teg desciende desde el último piso hasta la salida, matando por el camino a todo bicho viviente, sin que al pobre vigilante que observa las cámaras de seguridad le dé tiempo a pulsar el botón de alarma. ¡Ojo! Teg sigue siendo el mismo general experto, y el mismo señor mayor, educado por las  Bene Gesserit, calculador y frío, sólo que ahora, además, reparte estopa a velocidad luz.

Las Honoradas Matres, que se han quedado flipando pepinillos, se dan cuenta de que han de acabar con Teg, la única arma del enemigo que consigue destruirlas en cantidades industriales. Pero, ¿cómo hacerlo? Por lo que sabemos, estas mujeres salvajes no se caracterizan especialmente por su actitud calculadora. No tienen presciencia, arrasan directamente con todo lo que encuentran a su paso y, si no pueden enfrentarse a algo, directamente huyen. Es decir, que las pobres son un tanto básicas en sus usos y maneras. Por este motivo, Herbert realiza el giro de trama definitivo. ¿Qué haces si tienes a un tío con súper velocidad y súper fuerza en tu planeta, matando a tu gente sin tino? ¡Pues cargarte el planeta, claro!


Y así es. Los compañeros de Teg han encontrado a la Atreides que pastorea gusanos, y se llevan una cría. Todos suben a la nave menos Teg, que, obviamente, vuelve a quedarse atrás, asegurando la huida del resto a base de liarse a tortazos como acostumbra. Mientras la nave sale volando a toda velocidad, las Honoradas Matres lanzan un pepinazo nuclear sobre Arrakis, y destruyen el planeta... con Teg dentro, claro, que era lo que les interesaba.

Total, que la historia de Teg supone, ni más ni menos, uno de los más importantes cambios de la saga. Por un lado, se acaban los héroes únicamente dotados de poderes mentales o biológicos. Teg es un Hulk cargado de epicidad trascendental. Por otra parte, se acaban las guerras en torno a Arrakis, puesto que... bueno... digamos que ya no vive más; y también se acaban los conflictos con la especia. Arrakis era el planeta de donde salía, y ahora, con el gusanito en la nave, la melange se podrá fabricar de forma artificial, así que eso de "quien controla la especia controla el universo" -mantra de todos los personajes ambiciosos de los libros anteriores- ya no cuela. Finalmente, el caso Teg termina con las tramas de pocos personajes luchando en ambientes más bien cerrados. Las intrigas palaciegas dejarán paso a una gran guerra interplanetaria y a la preparación para una lucha con el mayor enemigo de la raza humana, que regresa para vengarse de forma definitiva. El Tirano, inmerso en una trama doméstica, había previsto acciones que se salían de los márgenes de lo cotidiano, preparando el terreno para toda la humanidad futura. Y Herbert, con el inesperado y brusco giro de Casa capitular, rompe con una serie de lugares comunes, para dar paso al final de su historia, que parte de una base insólita sin perder la coherencia interna, y adelantando tramas sumamente interesantes y bien hiladas.

A todo eso, para los que piensen que he hecho el peor spoiler de la historia, decir que las aventuras de Teg no empiezan ni terminan exactamente en lo que he contado, sino que aún nos queda mucho gañán místico por admirar. Mucha gente que sólo conoce los primeros libros de la saga suele perderse a este personaje y la importancia que su historia conlleva. Por ello, animo desde aquí a todos los que no lo han hecho a leer Dune, y descubrir más bizarradas que las pocas notas que haya podido esbozar aquí. Os aseguro que merece la pena.



sábado, 6 de abril de 2013

The Raven (El enigma del Cuervo), o cómo un "poltergeist" a veces no ayuda

Lo confieso. Esta vez he cogido las vacaciones con tantas ganas que he pasado olímpicamente de escribir nada. Reconozco que tengo varios temas en el tintero, aunque son de esos que sólo llegan a largo plazo, después de encontrar la documentación suficiente, o de reflexionar un poco sobre cuál es la intención o idea que deseo transmitir. En cualquier caso, ha llegado hasta mí un nuevo texto del padre Fortea, que me está resultando sumamente interesante, aunque esta vez no se trate de una de sus novelas apocalípticas. En cuanto lo termine, ya plasmaré mis conclusiones. Además, estoy cerca de dedicar unas líneas a Javier Sierra y sus best-seller de misterio, y ando en plena recopilación de datos sobre cómo a veces a la gente le cuelan cosas de muy difícil digestión. Yo creo que, en realidad, se trata de que muchas veces tenemos auténticas tragaderas de cabra, y la sobre información y la falta de criterio hace que chupemos piedras del campo, sin pararnos a pensar si no habrá justo al lado un prado lo suficientemente fértil para degustar la poca hierba que pueda albergar.

En este aspecto, me parece importante señalar que hay ciertas edades en las que es importante tener un poco de estómago de cabra, para que, una vez hecha la digestión, seamos capaces de distinguir el pedrusco de la hierba, y así poder valorarlos en su justa medida. Hace poco, hablando con un chavalín de unos catorce años, éste me confesó su curiosidad por las películas de terror. Me iba comentando todas las que había visto, y decía que tenía la intención de buscar algunas más. Inmediatamente, recordé todas las bazofias que yo había visto a su edad y, todo hay que decirlo, la mayoría eran bastante peores que las que el chico había visto. 

Con unos doce años, comencé a interesarme por todos los libros y películas de terror y misterio que caían en mis manos. Drácula fue el primer libro que compré con mis ahorros, y mi paga semanal se gastaba básicamente en filmes infames, como School Killer, Tuno negro, Drácula 2000, The Haunting, The house of the haunted hill, etc. En mi casa, cintas de videoclub como Gore en las calles, It o Carrie se mezclaban con la propia filmoteca familiar, donde entraban El exorcista o la trilogía de Damian, entre otras. Todo esto, aderezado con la pasión de mi padre por el cine histórico (que tiene sus bazofias, como Sansón y Dalila o Demetrius y los gladiadores) y el de espías (El ojo de la aguja era una de las pelis estrella); esto se unía a los ciclos de la 2 (inolvidable aquél de cine de animación para adultos, donde descubrí Tigra: hielo y fuego, por ejemplo) y, cómo no, el programa de José Luis Garci, que me abrió las puertas del buen cine en prácticamente todos los géneros. 

Todo ello me llevó a dos claras vertientes dentro de mis preferencias cinematográficas, a saber: el buen cine de terror e intriga, y el cine cutre y desvergonzado que era capaz de hacer que te saliera humo por las orejas. A este tipo de cinta, para abreviar, suelo llamarla "es tan mala que es buena ".

Con este último tipo, reconozco que he llegado a tener momentos de absoluto placer y risoterapia, puesto que una mala película hecha con la suficiente proporción de desidia, desvergüenza y pretenciosidad, puede hacer que la adores de por vida, en lugar de quemarla y hacer que caiga en el foso del olvido, por el bien de la humanidad. Uno de los mejores momentos para buscar y cultivar este arte del buen/mal cine suelen ser las vacaciones. Motivo por el cual, en un sublime gesto de temeridad, me atreví a ver The Raven, que en España se tradujo como El enigma del cuervo.

Antes de comenzar, decir que voy a hacer un par de spoilers, por si aún existe un alma cándida sobre la tierra que realmente desee ver esta soberana estupidez. De todas formas, lo avisaré y pondré en párrafo aparte. La segunda advertencia es, básicamente, que yo hubiera querido que la cosa fuese tan mala que acabó siendo buena; pero, lamentablemente, la trama y las desmesuradas ínfulas del film no dieron ni para eso.

La historia, en un primer momento, trata de un tema que podría interesarme. El afamado escritor Edgar Allan Poe, en los últimos días de su vida, es requerido por la policía para atrapar a un asesino en serie que recrea escenas de sus más famosos relatos. Hasta aquí, todo podría parecer normal. Después, descubres que el protagonista es Jonh Cusack, actor que, particularmente, me cae bien y eso. Hasta aquí, todo sigue pareciendo normal. La cosa toma un giro inesperado cuando te topas con el nombre del director.

James McTeigue es conocido por dirigir V de Vendetta, una muy buena película. Sin embargo, en trabajos posteriores, como Ninja Assasin o The Raven, la cosa no sólo no acaba de funcionar, sino que directamente se despeña hacia el cutrerío y lo que es peor, el aburrimiento. ¿Cómo y por qué se puede haber producido este aparente cambio en tan poco tiempo y tan pocas películas? Yo creo que este señor hizo un "poltergeist". Me explicaré.

A principios de los años 80, Steven Spielberg quería hacer una película de terror, continuando la estela de la nueva ola que llevaba innovando el género desde finales de los 60. En su caso, la vuelta de tuerca era la creación de una especie de película de "terror familiar". El asunto, desde luego, era arriesgado, y, a pesar de la maestría demostrada en cintas como Tiburón, no debía estar muy claro que la cosa fuera a funcionar. Así las cosas, Spielberg decidió aparecer en los créditos como creador de la historia, co-guionista y productor, pero encargarle la dirección a Tobe Hooper, quizá como previsión en caso de que la película resultara ser un fiasco. Pues bien, así como Tobe Hooper fue el "director de paja" de Poltergeist, James McTeigue lo habría sido de V de Vendetta, tras la cual estarían en realidad los hermanos Wachowski. Esta teoría es fácilmente demostrable sólo con echar un vistazo a sus posteriores films, cosa que imprudentemente hice. La narración de semejante bosta es el resultado. Vamos allá.

La historia, como ya he dicho, es una más de las de "asesino en serie misterioso stardard", con un "héroe posmoderno atormentado 2.0", y una "chica en apuros (marca registrada)" que además se nota que es un poco "guapa de segunda clase con escotazo marca ACME".

Así las cosas, primeramente vemos que el pobre Poe tiene problemillas económicos. Últimamente anda falto de inspiración, no publica relatos, y debe pagar las numerosas deudas generadas por su adicción al alcohol. A este respecto, decir que el hecho de que el bueno de Cusack se haya puesto un tanto trofollo para este papel, no termina de beneficiar a la imagen que de su personaje se pretende dar en la película, pero bueno.
¿Qué pasa si le pones chaleco a un trofollo?


Tras un par de escenas lamentables en las que Poe es expulsado de una taberna y de su periódico, vemos cómo el malvado asesino misterioso standard se ha cobrado ya un par de víctimas, imitando pasajes de "Los crímenes de la calle Morgue" y "El pozo y el péndulo", respectivamente. El joven inspector de policía encargado del caso recuerda de pronto AVISO en este película muchas cosas van a suceder "de pronto" y "porque sí" FIN DEL AVISO el meollo de la cuestión. El tipejo en cuestión está copiando al pobrecito Edgar.

En este momento, nuevos e importantes datos se presentan en la trama. Poe está enamorado de una joven de clase alta -de quien podría ser su padre, pero eso en la época era normal- que desea casarse con él, en contra de los deseos de su padre. Éste, a su vez, pretende dar un gran baile de máscaras, evento aprovechado por el pérfido asesino misterioso standard para dar un nuevo giro a los acontecimientos. Resulta que, tras un primer asesinato que más parece de calentamiento, y un segundo en el que decide matar a uno de los más duros críticos de la obra de Poe, el maléfico asesino misterioso standard decide enviar una nota, así, como para hacer ver que es muy inteligente y desafía al insigne escritor trofollo. El caso es que, inspirado en "La máscara de la muerte roja", avisa -¡Qué detalle!- de que va a matar a alguien en el baile de máscaras.

Vienen un par de escenas de poco fuste, en las que se deja claro que el padre de la chica odia a Poe y que tiene una actitud de "Alcalde de Tiburón", puesto que desdeña el trabajo policial, y no cancela el baile a pesar de que su vida y la de su hija corren peligro. El asesino misterioso standard, que es muy inteligente, se cuela con el burdo truco random de "mando a un mensajero encapuchado, la gente le pega porque piensan que soy yo, y distraigo la atención", para, de esta forma, raptar a la "guapa de segunda clase con escotazo", elevándola a la categoría de "chica en apuros".
Hilillos en la pechera, indican escotazo
Cara sucia, chica en apuros. ¡Tacháaaaan!
A partir de este momento, con unos 45 minutos de película, aún no se ha terminado de introducir la trama del todo, ya que el asesino misterioso standard es un genio del mal, y pretende que Poe escriba todos los progresos de la investigación en forma de relatos, y los publique en el periódico. Mientras tanto, seguirá matando gente para dejar pistas del paradero de la "chica en apuros". Ante esto, el detective fornido pone muecas que parecen indicar determinación, y Cusack empieza ya con la cara de agobiado/atormentado de boca abierta que va a lucir durante el resto de la historia.

Bien, una vez planteada la trama de verdad, pasamos a ver una peli de asesinos en serie con complemento, es decir, que la cosa se transforma en "peli de correr". Al más puro estilo de Ángeles y Demonios, los dos protagonistas pasan a la carrera por diversos lugares de la ciudad, en los que siempre parece que van a pillar al malo (que, como buen asesino en serie misterioso standard, va embozado y vestido de negro de pies a cabeza); pero se les escapa en el último momento, dejando pistas de lo más absurdas, como unos tatuajes en el cadáver de un marinero que, al ser comparados con unos mapas, dan unas coordenadas que llevan a otra pista rocambolesca. A pesar de que esto pueda parecer entretenido, puedo asegurar que la película lleva un rato provocando sopor, ya que una cosa es estar a punto de atrapar al perverso asesino en serie standard, y otra que se te escape un mínimo de tres veces. Todo ello mezclado con breves escenas en las que vemos que la "chica en apuros" ha sido enterrada viva y que, a pesar de hacer un Kill Bill decimonónico -ella es delicada y no se rompe los nudillos- en seguida vuelve al agujero, puesto que el despiadado asesino misterioso standard tiene, como todos, el don de la ubicuidad, y es capaz de matar gente, dejar pistas, huir por las alcantarillas, y vigilar que la churri no se le escape de su escondite secreto. ¡Faltaría más!

¡Corre, corre, que no te pillo!

A estas alturas la película lleva casi dos horas, y lo que es peor, todos los torturados por su visionado tenemos bastante claro quién va a ser el villano asesino misterioso standard. No hay más que haber visto El coleccionista de amantes o cositas similares para saberlo. Total, que todo el rollo de correr, discutir y demás, nos había alejado bastante de la subtrama de que Poe estaba publicando sus penas en el periódico. ¡Incluso le habían quemado la casa! Lo malo es que, en un determinado momento, eso da un poco como que igual, porque el asunto es tan aburrido que lo único que llama la atención es ver al trofollo de Jonh Cusack, caminando bajo la lluvia con su mascota mapache y echándose un piti a la salud de su posmoderna frustración.
¿A que me parezco a Poe? ¿A que sí? ¿A que me doy un aire?

Y por fin, llega la maldita resolución del caso. SPOILER Como se veía venir, en estas películas siempre hay un personaje secundario al que nadie ha prestado atención, pero que de pronto aparece con una mayor insistencia en algunas escenas. Se trata, cómo no, de uno de los ayudantes del periódico, profundo admirador de Poe y su obra, que está muy apenado porque ya hace tiempo que no publica nada. Así las cosas, decide demostrarle que ambos son unos genios y así, ya de paso, le ayuda a volver a ser la estrella de las letras que un buen día fue. Pa cagarse. 

Acción, intriga, y dolor de barriga.

Lo que pasa es que tanto Edgar como su compi el policía son un tanto lerdos, y como ambos estaban un poquito hartos de tanto correr -el consabido "está jugando con nosotros"- el "divino" Edgar decide publicar que se cambia por su amada, y así se deja matar para que ella viva. El asesino le da un veneno y se pira a París para conocer a Julio Verne -NO es coña- y, curiosamente, a Poe le da tiempo a descubrir su escondite secreto y liberar a la "chica en apuros". Mientras esto sucede, el detective fornido ha descubierto quién es asesino mirando caer un bote de tinta cerca de un imán, acercándole un cabello -esto TAMPOCO es coña- y va corriendo, cómo no, a buscarlo. Obviamente, todos llegan tarde. Pero lo curioso es que Poe aún no ha muerto. En lugar de salvarse, con el malo psicópata ya de camino a París y su chica recuperándose, decide quedarse sentado en un banco, para cumplir su promesa de morirse. ¿Por qué? ¡Pues porque sí! ¿No lo veis? Eso sí, antes de dar el último suspiro, decide pedirle a un señor que pasaba por allí que por favor le diga al inspector fornido que el asesino es el mindundi de la imprenta, y que grasias de hantebraso. Lo más sorprendente es que esa escena no sirve absolutamente para nada, puesto que al final encuentran a trofollo-Poe, lo llevan al hospital, y allí se muere delirando la misma información, que llega hasta el fornido detective de manos del médico. Parece que la cosa ha terminado, pero como en todas las malas películas del género, tiene que haber un segundo final. ¿Por qué? ¡Pues porque sí, leche, que queda muy bien! La cosa es que el mindundi psicópata llega a París para conocer a Julio Verne, y el fornido detective lo espera en un carruaje, le pega un tiro y fin de la historia.Y va, y se acaba. ¿Por qué? Ya sabéis la respuesta FIN DEL SPOLIER.

He de decir que, cuando por fin terminó la película, todos respiramos profundamente aliviados, más que nada por haber sobrevivido un alto porcentaje de nuestras neuronas. Pero estas películas siempre reservan un susto para el final, aunque creo que nunca lo había visto en la parte que puede pillarte más desprevenido. Los créditos: 

https://www.youtube.com/results?search_query=the+raven+2012+ending&oq=the+raven+2012+ending&gs_l=youtube.3..0i19l2.2735.8633.0.9530.23.13.1.9.10.0.129.1366.3j10.13.0...0.0...1ac.1.dDplV69gdk8

Sobre cómo es posible que en una película de intriga que se desarrolla en el siglo XIX me pongan al final una canción pseudo gotiquilla infumable y unos efectos dignos de Titanic 2 no pienso escribir nada. Básicamente, porque ya lo he hecho.

Y ya no estoy.